Tania Mosquera Castro (Tempos Arqueólogos / GEPN-AAT, USC), Roberto Bartolomé Abraira (Engobe Arqueología), Mario César Vila (Tempos Arqueólogos), Esperanza Martín Hernández (Dolabra Arqueología), Francisco Alonso Toucido (Tempos Arqueólogos) , 2022: A Pescadoira, Figlinae Hispanae, https://figlinaehispanae.icac.cat/yacimiento/a-pescadoira/
DOI: https://doi.org/10.51417/figlinae_072
El yacimiento romano de A Pescadoría se localiza en la villa costera de Bueu (Pontevedra, Galicia), en el margen sur de la ría de Pontevedra y al pie de una ensenada natural. Los restos de ocupación romana se localizan en el extremo oriental de la ensenada, sobre la playa fosilizada de época romana, en un lugar protegido por un promontorio rocoso y con abundante agua dulce (Fig. 1). Este lugar es considerado el germen de la villa marinera, un barrio de pescadores que posteriormente fue ocupado por varias industrias conserveras durante los siglos XIX y XX. Este carácter pesquero e industrial propició el nombre “Pescadoira” para este lugar (Fernández 2017: 21).
A lo largo del siglo XIX e inicios del XX el hallazgo de diversos materiales romanos fue habitual durante la realización de obras para la construcción de viviendas, aunque no fue hasta 1988 cuando un nuevo hallazgo supuso un cambio en la visión del pasado de Bueu (Fernández 2017: 21-27). En esta data, durante las obras en una vivienda situada a la orilla de la playa, el propietario Manuel Vázquez Vázquez recuperó un importante conjunto de material arqueológico compuesto principalmente por elementos cerámicos (Fig. 2). El estudio del material por parte del arqueólogo Pedro Díaz Álvarez, con la colaboración del propio Manuel Vázquez, supuso la publicación de los materiales recuperados, dando constancia de un alfar y horno en Bueu dedicado a la producción de ánforas. El estudio de los materiales cerámicos recuperados supuso la propuesta de la primera tipología anfórica para las fabricaciones documentadas en dicho alfar: San Martiño de Bueu 1 y San Martiño de Bueu 2 (Díaz e Vázquez, 1988).
A pesar de la importancia del episodio, la repercusión de la investigación fue restringida. Los siguientes hallazgos se producirían principalmente en la primera década del siglo XXI debido a la urbanización de Pescadoira y las consecuentes intervenciones arqueológicas. Esta serie de intervenciones permitieron ampliar la información sobre la ocupación romana de la villa, constatando la existencia de varias fábricas de salazón y un importante alfar dedicado a la producción anfórica. El hallazgo de evidencias vinculadas al funcionamiento y producción del alfar se centra en la Avenida Montero Ríos, donde las diversas actuaciones permitieron recuperar cuatro hornos, material cerámico y evidencias de otras estructuras vinculadas a esta actividad (Fig. 1) (Fernández 2017: 31; Fernández y Morais 2016: 107-108).
El inicio de las intervenciones arqueológicas en Montero Ríos se produjo en el año 2000, momento en el que la realización de una obra urbanística supuso el desarrollo de una intervención mediante sondeos en el solar nº 7 de Montero Ríos, bajo la dirección de Ricardo A. Viñas Cué. Los resultados indicaron la existencia de restos arqueológicos de época romana. Posteriormente, se realizaron otros sondeos en los solares nº 6, 8, 10 y 12 de Montero Ríos, dirigidos por Ángel Carreira Díaz y los cuales desembocaron en una intervención arqueológica en área que permitió la documentación de una ocupación en un ámbito secundario de la industria de salazones, posiblemente relacionado con una zona de tránsito y almacenaje, formando parte del conjunto de edificios residenciales y espacios destinados a actividades artesanales y de explotación industrial (Carreira 2000; Díaz 2014: 34).
En abril del 2000, debido a los antecedentes señalados, se inició la excavación en área del solar nº 7 de Montero Ríos, en este caso, bajo la dirección de Fructuoso Díaz García. Esta se desarrolló en dos sectores, correspondientes con los restos de la villa romana (Sector 2) y de la fábrica de salazones (Sector 1). El hallazgo de un horno romano de cerámica supuso la excavación de la zona perimetral de la dicha estructura, localizada en el área de la fábrica de salazones (Díaz 2000; Díaz 2014).
Entre el año 2000-2001 se llevó a cabo una nueva intervención en el yacimiento, en este caso en el área ocupada por el solar nº 25-27 de Montero Ríos. Los sondeos arqueológicos valorativos supusieron la presencia de un nivel de ocupación antiguo, por lo que se procedió a la excavación en área. Así, en 2001, la intervención dirigida por Francisco José Padín Nogueira permitió la identificación un nuevo horno de ánforas, así como también otras estructuras de los siglos III-IV d.C. (Padín 2001).
Junto con las intervenciones señaladas, también cabe mencionar la dirigida por Alejandro Parga en 20001 en el solar nº 4 de Montero Ríos, donde se determinó una zona de carácter industrial, conformada por diversas estructuras adscritas a diferentes fases de ocupación (Parga 2001).
Entre los meses de octubre y diciembre de 2010 se desarrolló la intervención arqueológica en los solares nº 41-43 de Montero Ríos, con motivo de la demolición de viviendas y la construcción de un nuevo inmueble. La intervención, dirigida por Sofía Cadenas Balseiro, se basó en la realización de sondeos y, posteriormente de una excavación arqueológica en área. Los trabajos arqueológicos determinaron la presencia de estructuras y materiales adscritos a época romana. La documentación de depósitos naturales antrópicos de época romana, así como de estructuras asociadas remitirían a los restos de un alfar romano, con dos momentos de derrumbe, cronológicamente asociados a época tardía, tal y como indican los materiales estudiados (Cadenas 2012a, 2012b).
El hallazgo de diversos hornos, estructuras asociadas y materiales cerámicos permitió la constatación de la existencia de un alfar. En este caso, se trata de un complejo anfórico, cuya producción en fue tipificada en 1988 (Díaz y Vázquez 1988) mediante las tipologías San Martiño de Bueu 1 y San Martiño de Bueu 2, denominadas como Regional I y Regional II por R. Morais (2005). Además, se incluyeron variantes dentro de las dos formas sistematizadas (Fernández y Morais 2016). Las características de las ánforas, así como su relación con la industria de salazón, permite considerar las piezas producidas en el alfar de Bueu como contenedores de salazones. A pesar de esto, no debe descartarse la posibilidad de que el alfar de Bueu produjese otros tipos de cerámicas, tanto material de construcción como piezas de cerámica común (Fernández 2016b; Fernández 2017).
La instalación del centro en época romana supondría la valoración de las características naturales de su entorno. Así, para el aprovisionamiento de materias primas, la ensenada de Bueu era un lugar idóneo. Por una parte, diversos cursos fluviales desembocaban en el mar, proporcionando agua dulce. En el entorno de la villa también se localizarían abundantes recursos leñosos, así como barreras (tal y como demuestra la tradición alfarera actual). Las cercanas barreras localizadas entre los ríos Mourazo y Lixó, pudieron ser fuente de aprovechamiento en época romana (Fernández 2017: 44,45).
En cuanto a la difusión de las ánforas, gran cantidad de las piezas se vendieron como contenedores vacíos a las factorías de salazón de la Ría de Vigo y a la Ría de Pontevedra. El hallazgo de ánforas de Bueu no indica que en su interior contuviesen un elaborado piscícola de Bueu, sino que podrían transportar salazones de otras factorías de Vigo, las cuales viajaron y se consumieron en mercados tradicionales. Ante esto, deben de considerarse las ánforas de San Martiño de Bueu y las salazones del sur de Galicia, las cuales alcanzaron una amplia difusión en mercados noratlánticos y del sur peninsular. En Noroeste peninsular, especialmente Bracara Augusta, sería el principal mercado de las salazones gallegas. También destaca la presencia de ánforas de Bueu en establecimientos costeros (Vigo, Pontevedra, Noville) o en clara penetración fluvial como Iría Flavia o Tomiño. A pesar de que existen menos datos, posiblemente los contenedores de Bueu llegaron a varios puntos de las islas británicas, la fachada atlántica francesa y Bélgica (Fig. 3) (Fernández 2016a; Fernández 2016b: 179-181; Fernández y Morais 2016: 116-117).