Tania Mosquera Castro (Tempos Arqueólogos / GEPN-AAT, USC), Roberto Bartolomé Abraira (Engobe Arqueología), Mario César Vila (Tempos Arqueólogos), Esperanza Martín Hernández (Dolabra Arqueología), Francisco Alonso Toucido (Tempos Arqueólogos) , 2022: Ánxel Fole, Figlinae Hispanae, https://figlinaehispanae.icac.cat/yacimiento/anxel-fole/
DOI: https://doi.org/10.51417/figlinae_053
Lucus Augusti se reconoce principalmente por la muralla que encierra el casco histórico, pero esta urbe guarda bajo su subsuelo una gran potencialidad arqueológica, determinante para indagar en su pasado romano. Desde 1986 (data de arranque de la nueva fase de investigación arqueológica de la ciudad), las diversas intervenciones arqueológicas sistemáticas han sacado a la luz nuevas evidencias que permiten profundizar en el conocimiento histórico de la urbe (Alcorta y Bartolomé 2012: 743; Alcorta, Bartolomé y Folgueira 2014; González 2019). Los resultados obtenidos han permitido adentrarse en el conocimiento de Lucus Augusti como centro alfarero en época romana, mediante la identificación de diversos vestigios que remiten a la presencia de talleres cerámicos en las áreas intramuros y extramuros. En un principio, E. Alcorta Irastorza (2001) diferenció la existencia de tres complejos (Praza do Ferrol, Ánxel Fole y Xardíns de San Roque). Pero desde las primeras referencias a la actividad y producción lucense (Naveiro 19991; Alcorta 2001) hasta la actualidad, el número de evidencias ha aumentado exponencialmente, con más de 40 hornos documentados y otros vestigios estructurales y materiales que indican que esta industria ocuparía una cuarta parte de la superficie urbana altoimperial conocida actualmente, consagrándose como el “gran centro productor del noroeste” (Alcorta, Bartolomé y Folgueira 2014). Dada la gran cantidad de evidencias halladas en las últimas décadas, resulta necesaria una agrupación de estas según criterios representativos y asentados en la asociación de vestigios según su localización.
En este caso, el conjunto de hornos de Ánxel Fole se localiza en el Este del área intramuros de Lucus Augusti. Se trata de un emplazamiento encuadrado entre la Rúa do Teatro (al Norte), la muralla y la Ronda da Muralla (al Este) y la propia Rúa Ánxel Fole (al Oeste) (Fig 1). Este complejo, uno de los más significativos por el número de cámaras de combustión y su variedad tipológica, se mantendría en funcionamiento hasta su anulación entre finales del siglo III d. C e inicios del IV d. C por motivo de la construcción de la muralla, que delimita la intervención por su banda Este (Alcorta 411-414).
En 1993 se realizó una intervención arqueológica dirigida por Francisco Manuel Herves Raigoso en el solar nº 11 de la Rúa Ánxel Fole. Esta supuso la ejecución de sondeos arqueológicos con el fin de valorar los posibles restos arqueológicos existentes en el solar. Ante la presencia de niveles de ocupación históricos y restos arqueológicos, se procedió a la excavación en área del solar, articulada en dos sectores (Sector I y Sector II) (Fig. 2) (Herves 1993). La excavación permitió la identificación de cinco fases de ocupación romana, correspondiéndose la tercera con la presencia de un área industrial dedicada a la producción de cerámica y constatada por la exhumación de siete hornos, rellenados con material cerámico del siglo III d.C. y de la primera mitad del siglo IV d.C., que data su inutilización. Ante la concentración, en un espacio reducido, de tantos hornos, se considera que esta era un área tipo industrial que se extendería por los edificios colindantes. De la primera fase se han documentado varios pozos, posiblemente de extracción de arcilla, rellenados con material que se puede datar a mediados del siglo I d.C. (Fig. 2, 3) (Herves 1993: 7-8).
En 1999 el solar volvió a ser objecto de intervención bajo la dirección arqueológica de Juan Carlos López García. En este caso se procedió a la excavación en área del sector SO del solar (el cual no había sido afectado con anterioridad), dividida en dos sectores (Sector I y Sector II). La intervención de 1999 permitió confirmar lo señalado por Francisco Herves en lo referido a la existencia de una importante actividad artesanal relacionada con la producción de cerámica de tipo doméstico. Asimismo, se documentaron indicios de la existencia de un nuevo horno en el Sector II-Área 6, donde se localizó un disco plano de pizarra; también se localizaron cuatro fosas de extracción de arcilla (López 2 000).
La localización del complejo alfarero de Ánxel Fole así como la actividad del mismo, debe de relacionarse con los criterios valorados para su instalación. Además de la legislación vigente que regulaba el establecimiento de complejos artesanales en áreas urbanas, se tendrían en cuenta las características urbanísticas y topográficas de la urbe, así como la proximidad a áreas de abastecimiento de materias primas. La localización de la Lucus Augusti en un espolón aplanado en la confluencia de los cursos de los ríos Miño y su afluente el Rato permitiría el aprovechamiento de los recursos hídricos, así como el abastecimiento a través de otros medios como pozos, cisternas o fuentes públicas. Uno de los elementos esenciales para el abastecimiento de agua en la urbe fue el acueducto, el cual canalizaba el agua procedente de los manantiales de Agro do Castiñeiro hasta un posible castellum aquae (asociado a la piscina descubierta en 1987 en el solar de la Plaza de Santo Domingo), a partir del cual partiría la red de distribución urbana (Álvarez, Carreño y González 2003; González 2008). En cuanto al abastecimiento de arcillas, a pesar de que pudieron explotarse barreras en las proximidades, debe de destacarse la presencia de diversas fosas para la explotación de este material en las proximidades de los hornos. Al mismo tiempo, el abastecimiento de materias primas estaría en relación con la existencia de vías de comunicación, las cuales también permitirían la comercialización de los productos manufacturados (Alcorta 2001: 408-409; Alcorta y Bartolomé 2012). En este sentido, Lucus Augusti fue uno de los enclaves económicos más destacados del Noroeste, un núcleo de partida y confluencia de calzadas romanas y caminos que permitirían la comunicación de los diversos territorios del Convento, así como la comunicación con las capitales conventuales de Bracara y Asturica (González y Carreño 2011).
El conjunto de evidencias recuperadas hasta el momento indica que tras la fundación de Lucus Augusti se establecería una industria alfarera local que abastecería el mercado local con cerámicas de tradición galaico-romana, influenciadas por una progresiva asimilación. A finales de la primera centuria, con la llegada al poder de la dinastía Flavia, se iniciaría una nueva fase en la producción alfarera, marcada por la reestructuración del entramado urbano. Esto supondría la definición de dos sectores, uno con carácter residencial al Oeste y otro con carácter marginal, dedicado a los ámbitos de necrópolis y talleres el Norte/Noreste. Los ámbitos de talleres alcanzarían su máximo esplendor entre la segunda y cuarta centurias, con un volumen de producción suficiente para atender los requerimientos de la ciudad y su entorno inmediato. Parte de la producción se destinaba al mercado regional y otra a la exportación a larga distancia. El ocaso estaría relacionado con la creación de la muralla, a finales del siglo III o principios de IV d.C. y la progresiva desaparición de las áreas alfareras (transformadas en espacios residenciales). A pesar de esto, cabe suponer que algunos talleres lograron subsistir, abasteciendo a un mercado cada vez más reducido (Alcorta 2001: 407-408, 443; Alcorta y Bartolomé 2012).
En lo referido a la distribución de la cerámica lucense, esta consiguió extenderse más allá del propio contexto local, traspasando el territorio del Noroeste. Así se identifican cerámicas lucenses importadas en el territorio del Convento Lucense, en diversas villas del interior así como de la costa Atlántica y Cantábrica, llegando a la mitad Norte de Portugal y el interior de la Meseta Norte (Alcorta, Bartolomé y Folgueira 2014; Bartolomé y López 2015).