Tania Mosquera Castro (Tempos Arqueólogos / GEPN-AAT, USC), Roberto Bartolomé Abraira (Engobe Arqueología), Mario César Vila (Tempos Arqueólogos), Esperanza Martín Hernández (Dolabra Arqueología), Francisco Alonso Toucido (Tempos Arqueólogos) , 2022: La Corona / El Pesadero, Figlinae Hispanae, https://figlinaehispanae.icac.cat/yacimiento/la-corona-el-pesadero/
DOI: https://doi.org/10.51417/figlinae_040
El yacimiento de La Corona / El Pesadero se localiza al norte del pueblo de Manganeses de la Polvorosa, en la comarca de Benavente y los Valles (Zamora). Este enclave presenta dos áreas diferenciadas: el cerro de la Corona, que ocupa un amplio crestón cuarcítico que destaca sobre el entorno circundante, y la planicie dispuesta a medio cerro, correspondiente con El Pesadero. A pesar de que tradicionalmente la historiografía se refirió a estas áreas como un yacimiento de primera, las intervenciones arqueológicas han permitido que ambas son partes indiferenciadas de un mismo poblado prehistórico. El área del yacimiento, situada en el interior del espigón fluvial formado por los ríos Eria y Óbrigo, así como por el arroyo de El Pesadero, contaría con una extensión de 11,43 Ha (según la dispersión de los hallazgos en superficie). Sin embargo, el núcleo principal que puede considerarse como poblado, de carácter protourbano, tendría una superficie de 54.652 m2 en la zona de El Pesadero y 42.950 m2 en La Corona. Atendiendo a esto, se puede apuntar a una ocupación prolongada en el tiempo, con diferentes intensidades según las dos zonas (Misiego et al. 2013: 19, 27, 28).
Este yacimiento cuenta con una larga tradición historiográfica surgida de los trabajos e intervenciones realizadas, recompilada de forma de extensa en la publicación de Misiego et al. de 2013: Las excavaciones arqueológicas en el yacimiento “La Corona/El Pesadero”, en Manganeses de la Polvorosa. La Edad de Hierro y la Época Romana en el norte de la provincia de Zamora.
Así pues, el yacimiento se conocía desde la década de 1980, cuando surgieron sus primeras referencias en torno a los castros zamoranos (Martín y Delibes 1981; Esparza 1986). Las referencias a época romana surgieron a finales de dicha época (Aguado 1989) a pesar de que no se conocían en aquel momento evidencias del período. La potencia arqueológica de la zona se documentó debido a una intervención de urgencia dirigida por J. Celis y J. A Gutiérrez en 1989, con motivo de la concentración parcelaria del término municipal. La intervención permitió determinar El Pesadero como el ámbito llano del mismo yacimiento que La Corona, testimonios de una ocupación de la I Edad de Hierro (Celis y Gutiérrez 1989). Posteriormente, J. F. Jordá elaboró un estudio geoarqueológico del yacimiento mediante la recogida de muestras de sedimento en diversos cortes (Jordá 1996).
En 1997, debido a que el trazado de la Autovía de las Rías Bajas atravesaba el yacimiento, se determinó la necesidad de llevar a cabo una intervención arqueológica. Primeramente, se realizaron sondeos, pasando a una segunda fase de excavación en área distribuida en tres sectores y que abarcó 7000 m2 (Misiego y Martín 1998). La intervención permitió la determinación de diversas ocupaciones del yacimiento, correspondiéndose estas con la Primera Edad del Hierro, Segunda Edad del Hierro y época Romana Altoimperial, subdivididas a su vez en diferentes fases ocupacionales (Misiego y Martín 1998; Misiego, Martín, Marcos y Sanz 1997; Misiego et al 2013).
La última ocupación de La Corona / El Pesadero (fase Manganeses III) se corresponde con la instalación de un complejo industrial, un taller alfarero adscrito al mundo romano cuyos restos se distribuyeron en un área situada a los pies del alto de la Corona y en el margen derecho del Óbrigo. Las estructuras identificadas permiten conocer la organización del complejo alfarero, el cual se articulaba en torno a un patio central empedrado con cantillos que servía como eje distribuidor de la totalidad de las estructuras y labores realizadas. De este modo, las características de las estructuras permiten conocer que se trataría de espacios especializados, donde se desarrollarían las diferentes actividades de la producción del alfar (Fig. 1). Debido a que el taller presenta una concentración de sus instalaciones, podría tratarse de una industria a medio camino entre los hornos locales y los grandes alfares de ámbito provincial. Debe de considerarse la posibilidad de que esta zona alfarera estuviese relacionada con un asentamiento rural tipo Villa, posiblemente la de Requejo (Santa Cristina de la Polvorosa) (Misiego et al. 1997: 36; Misiego y Martín 1998: 390; Misiego et al. 2013: p. 334, 364).
El establecimiento del alfar supuso la ocupación de un espacio previamente ocupado. La elección del emplazamiento se llevó a cabo valorando las características naturales del entorno para el correcto funcionamiento del taller cerámico. Así, se valoraría la presencia de materia prima, la cercanía de fuentes de agua próximas y la abundancia de combustible. De este modo, el acceso a las materias primas era esencial para la producción de materiales cerámicos de arcilla, documentándose barreras a 600 m del taller. El abastecimiento de agua estaría asegurado mediante la cercanía del río Óbrigo a escasos 100 m, así como la proximidad del arroyo de El Pesadero. En cuanto al aprovechamiento de materiales combustibles, el estudio medioambiental, complementado por los análisis antracológicos y palinológicos, permitieron detectar la presencia de las especies que se emplearon como recurso para la combustión de los hornos. Los resultados indican que la proliferación del taxón Ericaceae (brezos) permitiría su aprovechamiento como fuente permanente de leña, junto con la madera de aliso (Misiego y Martín 1998: 391-392; Misiego et al. 2013: 334-336).
En cuanto a los materiales producidos en el alfar, un conjunto de tégulas recuperadas en el Horno A in situ indica que se producían este tipo de materiales. El resto de los materiales recuperados en superficie y en la excavación no ofrece una entidad suficiente como para hablar de otro tipo de producciones (Misiego y Martín 1998). A pesar de la posible vinculación entre el alfar y una villa, la producción de este no estaría únicamente destinado a la demanda interna. Los materiales atribuidos al taller de Valeri Tauri son abundantes y ofrecen una dispersión comarcal, no meramente local. Por lo tanto, a partir de las marcas de alfarero se pueden encontrar en otros yacimientos, siendo ejemplo de esto la Dehesa de Morales (Fuentes de Ropel), Mosteruelo (Benavente, Requejo (Santa Cristina de la Polvorosa) o Rosinos de Vidriales entre otros. La distribución de materiales se centraría en la zona del Valle del Esla, por lo que también debe de tenerse en cuenta su proximidad a las vías de comunicación (como una de las variantes de la Vía de la Plata), lo que permitiría dicha distribución de los materiales (Misiego et al 2013: 366).